DAN WITZ
Dan Witz ha asistido a todas las épocas del arte urbano: desde la glamourosa escena neoyorquina de los ochenta, de la que fue coetáneo pero cuyos focos rehuyó, pasando por los años de olvido en los noventa, hasta el surgimiento de la actual escena, que le ha reivindicado como padrino. Su modesto trabajo de calle ha seguido apareciendo a lo largo de las décadas, impasible a las idas y venidas de los medios.
Witz nació en Chicago en 1957 y estudió en la Rhode Island School of Design y en la Skowhegan School of Painting and Sculpture. En 1978 se trasladó a Nueva York para ingresar en la Cooper Union, de la que salió licenciado en 1980. Vecino del Lower East Side, donde alquiló un loft hasta que el proceso de gentrificación le obligó a mudarse a Brooklyn a finales de los noventa, Witz participó en la escena art-punk neoyorquina de finales de los setenta y principios de los ochenta como músico y como aficionado. Durante varias giras europeas, tras las noches de concierto pasaba los días en las principales pinacotecas del continente explorando las técnicas clásicas del óleo. Esa confluencia de la cultura popular más desgarrada con la tradición académica del arte ha caracterizado desde siempre a Witz.
En 1978 pintó una serie de pequeños fuegos en las paredes de su escuela en un gesto de rechazo a lo estéril de su posmoderna arquitectura. El suceso supuso un escándalo y Witz fue expulsado, para ser vuelto a aceptar después por miedo a la reacción del alumnado. El artista sostiene que esta experiencia le hizo consciente del poder comunicativo del trabajo independiente en el espacio público, de forma que ya no dejó de practicarlo.
Witz conocía el trabajo que Charles Simonds y Gordon Matta-Clark habían desarrollado en la ciudad pocos años antes, y el que John Fekner continuaba produciendo. Fue coetáneo de la escena artística del East Village y de la corriente de arte urbano asociada a ella –representada por artistas como Keith Haring, Jenny Holzer o Richard Hambleton–, que tras el éxito de Haring se pobló de artistas que salían a la calle en busca de una rápida notoriedad que impulsara sus carreras comerciales. Witz, poco amigo del sistema del arte, procuró en cambio mantenerse al margen y desarrolló sus proyectos de calle lejos de los barrios artísticos, que le hubieran reportado una audiencia más rentable.
El grueso de la obra pública de Witz se desarrolla en forma de campañas independientes acompañadas por algunas piezas sueltas, ejecutadas casi siempre con las mismas soluciones formales y técnicas y con el mismo lenguaje gráfico. Utiliza pequeñas imágenes hiperrealistas que integra con discrección en superficies escogidas por sus valores visuales, y recurre con frecuencia al trampantojo. Esporádicamente ha producido también obras más contextuales, como la excelente Poem down Broadway (Poema a lo largo de Broadway, 1981), inspirada en el cut-up de William Burroughs y en el modo en que los objetos se incrustan en el asfalto en el calor del verano neoyorquino.
Su primera campaña de calle, Birds of Manhattan (Los pájaros de Manhattan, 1979), surgió inspirada por las largas caminatas en las que el artista solía cruzar la ciudad, tanto por afición como por falta de medios económicos para pagar transporte. En esta serie Witz pintó con acrílico, directamente sobre las paredes, más de cuarenta colibrís de tamaño natural, en sesiones de unas dos horas por pieza.
“Witz concibió los colibrís a raíz de su interés por los tags, las firmas del graffiti. Funcionan como una especie de anti-tag.”
Witz concibió los colibrís a raíz de su interés por los tags –término con que los escritores de graffiti se refieren a sus firmas–. Las pequeñas piezas funcionaban, según Witz, como una especie de anti-tag. Efectivamente, se trata de muestras de la identidad del artista desperdigadas por la ciudad, pero de ejecución imposiblemente lenta, y que trocan la fuerza del gesto por la contención de la miniatura, el asalto a la mirada por la sutileza casi invisible. Aunque Nueva York vivía entonces años de fuerte presión municipal contra el graffiti, Witz podía permitirse encuentros con la policía, que después de observar la delicadeza del trabajo no solía ponerle problemas.
Con el tiempo, Witz desarrolló un sistema para reducir su tiempo de exposición a los peligros de la calle. A partir de 1995 comenzó a preparar sus imágenes en el estudio: trabaja a partir de fotografías que imprime sobre vinilo, recorta, y retoca con pincel para enfatizar la sensación de realismo. El adhesivo permite que el trabajo en la calle sea casi instantáneo, únicamente la sombra de la figura proyectada sobre la pared ha de ejecutarse in situ con un aerógrafo.
La imaginería de Witz es tendiente al ilusionismo visual, con exepción de algunas obras, como la campaña Hoodies (1994) que, aunque críptica, tuvo un marcado contenido político. El proyecto, alejado de su solución técnica habitual, consistió en una serie de más de setenta serigrafías con la imagen de un amenazador encapuchado. Witz pegó las imágenes a varios metros de altura en los puntos de venta de heroína de su barrio, en una época en que la renovada popularidad del opiáceo causaba estragos en la escena artística y musical.
La serie WTC shrines (Capillas del World Trade Center, 2002) estaba también conectada a la realidad social y fue especialmente sonada. Como homenaje a las víctimas del 11S, Witz adhirió imágenes de velas en las bases de las farolas a lo largo de las calles desde las que, aquel fatídico día, fue posible contemplar el incendio de las torres. Las imágenes estaban inspiradas en las pequeñas capillas que la población de la ciudad instaló en los alrededores del lugar del desastre.
De manera paralela a su trabajo en la calle, del que no han dejado de aparecer nuevas series cada verano, Dan Witz ha desarrollado una modesta carrera como pintor profesional, mucho más exitosa a partir de la reciente explosión comercial del arte urbano. Y es que después de dos décadas de trabajo silencioso en las calles de Nueva York, Witz es uno de los pocos artistas de los ochenta ampliamente reivindicados como precedente por la actual escena del arte urbano.
Witz nació en Chicago en 1957 y estudió en la Rhode Island School of Design y en la Skowhegan School of Painting and Sculpture. En 1978 se trasladó a Nueva York para ingresar en la Cooper Union, de la que salió licenciado en 1980. Vecino del Lower East Side, donde alquiló un loft hasta que el proceso de gentrificación le obligó a mudarse a Brooklyn a finales de los noventa, Witz participó en la escena art-punk neoyorquina de finales de los setenta y principios de los ochenta como músico y como aficionado. Durante varias giras europeas, tras las noches de concierto pasaba los días en las principales pinacotecas del continente explorando las técnicas clásicas del óleo. Esa confluencia de la cultura popular más desgarrada con la tradición académica del arte ha caracterizado desde siempre a Witz.
En 1978 pintó una serie de pequeños fuegos en las paredes de su escuela en un gesto de rechazo a lo estéril de su posmoderna arquitectura. El suceso supuso un escándalo y Witz fue expulsado, para ser vuelto a aceptar después por miedo a la reacción del alumnado. El artista sostiene que esta experiencia le hizo consciente del poder comunicativo del trabajo independiente en el espacio público, de forma que ya no dejó de practicarlo.
Witz conocía el trabajo que Charles Simonds y Gordon Matta-Clark habían desarrollado en la ciudad pocos años antes, y el que John Fekner continuaba produciendo. Fue coetáneo de la escena artística del East Village y de la corriente de arte urbano asociada a ella –representada por artistas como Keith Haring, Jenny Holzer o Richard Hambleton–, que tras el éxito de Haring se pobló de artistas que salían a la calle en busca de una rápida notoriedad que impulsara sus carreras comerciales. Witz, poco amigo del sistema del arte, procuró en cambio mantenerse al margen y desarrolló sus proyectos de calle lejos de los barrios artísticos, que le hubieran reportado una audiencia más rentable.
El grueso de la obra pública de Witz se desarrolla en forma de campañas independientes acompañadas por algunas piezas sueltas, ejecutadas casi siempre con las mismas soluciones formales y técnicas y con el mismo lenguaje gráfico. Utiliza pequeñas imágenes hiperrealistas que integra con discrección en superficies escogidas por sus valores visuales, y recurre con frecuencia al trampantojo. Esporádicamente ha producido también obras más contextuales, como la excelente Poem down Broadway (Poema a lo largo de Broadway, 1981), inspirada en el cut-up de William Burroughs y en el modo en que los objetos se incrustan en el asfalto en el calor del verano neoyorquino.
Su primera campaña de calle, Birds of Manhattan (Los pájaros de Manhattan, 1979), surgió inspirada por las largas caminatas en las que el artista solía cruzar la ciudad, tanto por afición como por falta de medios económicos para pagar transporte. En esta serie Witz pintó con acrílico, directamente sobre las paredes, más de cuarenta colibrís de tamaño natural, en sesiones de unas dos horas por pieza.
“Witz concibió los colibrís a raíz de su interés por los tags, las firmas del graffiti. Funcionan como una especie de anti-tag.”
Witz concibió los colibrís a raíz de su interés por los tags –término con que los escritores de graffiti se refieren a sus firmas–. Las pequeñas piezas funcionaban, según Witz, como una especie de anti-tag. Efectivamente, se trata de muestras de la identidad del artista desperdigadas por la ciudad, pero de ejecución imposiblemente lenta, y que trocan la fuerza del gesto por la contención de la miniatura, el asalto a la mirada por la sutileza casi invisible. Aunque Nueva York vivía entonces años de fuerte presión municipal contra el graffiti, Witz podía permitirse encuentros con la policía, que después de observar la delicadeza del trabajo no solía ponerle problemas.
Con el tiempo, Witz desarrolló un sistema para reducir su tiempo de exposición a los peligros de la calle. A partir de 1995 comenzó a preparar sus imágenes en el estudio: trabaja a partir de fotografías que imprime sobre vinilo, recorta, y retoca con pincel para enfatizar la sensación de realismo. El adhesivo permite que el trabajo en la calle sea casi instantáneo, únicamente la sombra de la figura proyectada sobre la pared ha de ejecutarse in situ con un aerógrafo.
La imaginería de Witz es tendiente al ilusionismo visual, con exepción de algunas obras, como la campaña Hoodies (1994) que, aunque críptica, tuvo un marcado contenido político. El proyecto, alejado de su solución técnica habitual, consistió en una serie de más de setenta serigrafías con la imagen de un amenazador encapuchado. Witz pegó las imágenes a varios metros de altura en los puntos de venta de heroína de su barrio, en una época en que la renovada popularidad del opiáceo causaba estragos en la escena artística y musical.
La serie WTC shrines (Capillas del World Trade Center, 2002) estaba también conectada a la realidad social y fue especialmente sonada. Como homenaje a las víctimas del 11S, Witz adhirió imágenes de velas en las bases de las farolas a lo largo de las calles desde las que, aquel fatídico día, fue posible contemplar el incendio de las torres. Las imágenes estaban inspiradas en las pequeñas capillas que la población de la ciudad instaló en los alrededores del lugar del desastre.
De manera paralela a su trabajo en la calle, del que no han dejado de aparecer nuevas series cada verano, Dan Witz ha desarrollado una modesta carrera como pintor profesional, mucho más exitosa a partir de la reciente explosión comercial del arte urbano. Y es que después de dos décadas de trabajo silencioso en las calles de Nueva York, Witz es uno de los pocos artistas de los ochenta ampliamente reivindicados como precedente por la actual escena del arte urbano.
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